¿Me quedo o me voy?
Tomé un break de Bodycombat porque los espacios con mucha gente me dan ansiedad, como la oficina o el gimnasio. Irónicamente, siempre me ha gustado hacer deporte, pero casi siempre he practicado deportes individuales: gimnasia, correr, nadar. Lugares donde me puedo aislar enteramente.
Bodycombat es una coreografía grupal. Y aunque siempre termino estableciendo una conexión con los entrenadores, temo un poco conectarme con los demás. Sin embargo, he escuchado un par de veces comentarios como los que mencioné antes: “creo en ti”, “Esteban el invencible”, “Esteban hace Bodycombat como un entrenador”, “me gustaría entrenar hoy a tu lado, me gusta la energía y entusiasmo que le pones”, o “tu presencia en la clase es power”. Son comentarios que me han hecho salir de mi cabeza para conectarme con los demás, lo cual en realidad me da… no sé cómo explicarlo.
Ansiedad
Principalmente, una de las cosas que me trae mucha ansiedad e incomodidad es la forma en la que muchas personas en la sociedad han aprendido a establecer conversaciones. Crecí aprendiendo que leer te da libertad para escoger un sinfín de temas de conversación. Pero muchos escogen las mismas cosas.
¿Tienes pareja? ¿Tienes hijos? ¿Trabajas en lo que estudiaste? ¿No te mueres de hambre? ¿Por qué vives ahí? ¿Por qué tienes aretes?
A menudo encuentro que las conversaciones triviales me cansan.
Empecé un curso de masaje. Y mi forma de conectarme con las personas siempre es observar primero: leer la presencia de las personas en la habitación, entender qué personalidades hay y con quiénes podría simpatizar y con quiénes realmente no necesito intentarlo.
Entre otras prioridades dudé mucho en continuarlo, pero a medida que hemos avanzado esas personalidades se han vuelto más familiares. Agradables de cierta forma. Y con ello se han despertado muchos temas de conversación. Muchos no merecen mi tiempo ni recordarlos ni mencionarlos, pero otros han brillado. Como la religión.
La religión
Dije que el tema de la religión brilla o ha brillado para mí porque estudié teología. Lo suficiente como para poder confrontar a alguien que dice que Adán y Eva comieron una manzana (la Biblia dice: fruto).
Ya casi sonaba a una escuela. Algo en común entre Perú y Rumanía es que la mayoría son pueblos cristianos. Mientras que en Perú domina el catolicismo, en Rumanía es la iglesia ortodoxa.
Así que la discusión osciló un poco entre preguntas de si creíamos en el diablo, en los espíritus, en los demonios, en Dios, en el infierno, en la vida después de la muerte, en la existencia de la maldad, y otras cosas.
Alguien mencionó: “pues aquí se cree en Dios y punto.” Entonces yo respondí: “es verdad que yo también creo en Dios, pero es posible que en un contexto en el que estemos rodeados de personas de otras religiones, la conclusión de la conversación no sea la misma. Y el punto es tener la libertad de poder expresar lo que creemos sin que alguien nos calle porque no le gusta.”
Espero que entiendas lo que quiero decir aquí: podemos estar en desacuerdo, pero es importante poder respetarnos y ser amables unos con los otros aun cuando no pensemos igual.
Pelea o fuga
Antes de ir mucho más allá en tantos temas que salen mientras recuerdo estos momentos —tanto la vida en el gimnasio como en un curso de fines de semana (en rumano) donde la actitud y los temas de conversación son tan inciertos— he notado que mi actitud está en modo fight or flight.
Moderarme me ha tomado mucho tiempo, reflexión y compasión por mí mismo. Miedo a las preguntas de los demás. Miedo a no tener respuestas que agraden a los demás. Miedo de ver la decepción de que yo no pienso ni vivo como los demás. Miedo de expresar que mis decisiones personales desafían las normas de la sociedad.
El silencio que sigue después de mis respuestas. Las miradas. Pero…
He aprendido a mirar a otro lado sin saludar. He aprendido a saludar sin sonreír. He aprendido a decir que no estoy dispuesto a hablar. He aprendido a desconectarme de los demás sin pedir permiso ni perdón.
He aprendido a expresar cómo me siento y por qué. He aprendido a aceptar el silencio de los demás. He aprendido a volver después del silencio con una palabra honesta y transparente.
He aprendido a explicar el porqué de mis preguntas. He aprendido que no necesito responder a las preguntas de los demás. He aprendido a dejar que exista el silencio en medio de la conversación sin intentar llenarlo, y que los demás aprendan a continuarla.
He aprendido a dejar ir. Pero también he aprendido a quedarme. A volver. A reconectarme. No he aprendido a mentir mejor, he aprendido a decir lo suficiente.
Gracias por leer.
