Dos maestras con 4 patas

2–4 minutos

Lo que mis perros me enseñan de la paciencia 😳

Después de unos meses de pausa sin mis pequeñas cuadrúpedas, vuelvo a reencontrarme con ellas, retomando nuestra vida en el campo. Tras un año en la capital, el espacio rural se siente como un paso natural, menos tenso.

Aquí el tiempo corre distinto. No sé si son los montes, los árboles que parecen infinitos, el aire limpio, el azul del cielo, los aullidos de los chacales o las visitas nocturnas de jabalíes y ciervos que vienen por las manzanas caídas. O el canto de las aves, la alarma del gallo, el galope de los caballos. Quizá sea, simplemente, la ausencia del ruido.

Verlas me devuelve un sentimiento de control sobre mi propio tiempo. Una confianza en aquello que sé que me gusta hacer, y en lo que me hace sentir bien.

La espera

Bubi siempre quiere estar conmigo. Me sigue a donde vaya. Cualquier sonido despierta su atención, pero sobre todo necesita contacto físico constante. Ahora me alegra que haya aprendido a dejarme ir al baño en paz, o que disfrute observarme en mi rutina de bodycombat en la sala. Y cuando es hora de limpiar, sabe esperar tranquila, sin importar cuánto tarde.

Coco, en cambio, prefiere esconderse bajo una mesa. Cuando trabajo, coloca su nariz a milímetros de mis pies o de la silla. Me siento culpable cada vez que debo moverme. Es muy paciente… aunque también me despierta a las tres de la mañana para pedir cariño.

Cada una espera de manera distinta. A veces me pregunto si es por su raza o si han aprendido de mí diferentes formas de hacerlo según el contexto.

El presente

Cada mañana intentan convencerme de muchas formas. Saltan, se emocionan, bajan y suben de la cama, hasta que por fin se calman y se echan a mi lado. Solo entonces llega el momento de salir.

Cuando me pongo de pie, la emoción vuelve a empezar. Y siempre, siempre es igual.

A la hora de dormir descansan con comodidad absoluta. Y al comer, la alegría es desbordante.

Ver esa repetición me recuerda que no tienen preocupaciones. Están completamente presentes en cada cosa. Es algo que quisiera aprender para mí mismo: habitar el momento con la misma entrega.

La calma y la frustración

En la ciudad, su forma de reaccionar es distinta. Bubi a veces busca que la cargue cuando alguien se acerca a conversar; Coco, en cambio, es indiferente. Frente a otros perros, Bubi es tranquila, mientras que Coco se molesta y ladra si se aproximan demasiado.

He aprendido que la clave es mi calma. Yo pensaba que la tenía, hasta que videos de especialistas me mostraron que mi tensión se contagiaba en ellas.

El reto es mantenerme sereno cuando reaccionan de manera indeseada. Y al final, esa lección me sirve también a mí: no puedo resolver mis problemas si no mantengo primero la calma.

El regalo

Existen bromas sobre esos “inquilinos” que viven gratis en casa. Pero la verdad es que ellas me dan mucho más de lo que reciben.

Me regalan cariño sin límites, su compañía es un consuelo, y su comportamiento —sea instinto o reflejo de nuestra relación— me inspira a mirarme desde otra perspectiva.

Quizá tú también tengas esas fuentes externas que te hacen reflexionar y desafiarte. Creemos que somos nosotros quienes debemos enseñarles, pero muchas veces son ellos quienes terminan dándonos las lecciones más importantes.

Gracias por leer.