Un agosto para nombrar lo que sigue 🍂
En rumano a las sucursales de una cadena de gimnasios le dicen «club». Por la tarde del jueves tomé una pausa del trabajo y decidí a ir a uno de mis clubs favoritos para hacer mi rutina de deporte. Para mi sorpresa, hacía finalmente un poco de viento fresco, unas nubes grises, el sol oculto tras ellas, y una sensación muy placentera de que ya se está anunciando el otoño.
Mi estación preferida. 😳
Retomar paso a paso
Cuando tuve que regresar al trabajo después de una pausa tan larga, llevé a mis perritas al campo, para que pasen allí el verano mientras que me reorganizo, mentalmente más que físicamente, pensé.
Un nuevo sentimiento apareció cuando me vi en el apartamento sin mis compañeras. Mi rutina de llevarlas, estar con ellas, aburrirnos juntos, pasear y jugar… entendí un poco a mi madre y el «nido vacío».
Es cierto que no tengo esa responsabilidad de cuidar de otros, pero igual queda un vacío que ahora tengo que ocuparlo. Ocuparlo conmigo mismo. Sé que valgo la pena, pero es un desafío.
Empecé poco a poco a integrar de nuevo cosas que me gustan. Cosas como leer, dándole una oportunidad a mis libros que tanto llevan esperando.
Correr. He retomado trabajar en mi fuerza y resistencia. Es frustrante cuando sabes lo que eres capaz de hacer pero ya no estás en ese nivel, y tienes que recorrer el camino una vez más.
Cocinar. Más tiempo para planificar qué quiero comer, hacer compras y ponerme manos a la obra. Todavía no estoy listo para cocinar para nadie a menos que quieras arroz con huevo frito.
Cómo me hablo ahora
Este año ha sido uno de aprendizaje intensivo acerca de mí mismo. Una de las cosas que mi terapeuta continúa recordándome es aprender qué es la autocompasión, y cómo y cuándo usarla.
Empieza con reconocer que mis errores no me definen. Pero tampoco lo hacen mis éxitos. En realidad es más fácil entenderla de esta forma: si lo que te pasa a ti, le pasara a tu amigo(a) o familiar, ¿qué le dirías? ¿cómo lo(a) tratarías?
Eso mismo haz contigo.
Y eso estoy intentando. Paso a paso.
Burnout, unos meses después
Antes pensaba que la salud mental debía mantenerse en privado. Ahora pienso un poco diferente. Pienso que no hay necesidad de compartirlo con todos, pero que haya libertad para decirlo o discutirlo. Sea con especialistas, con personas de confianza, o personas con la madurez para entender tal vulnerabilidad.
No sé si «libertad» es la palabra adecuada. Puede ser que tengas la libertad pero que no te sientas libre para hablarlo. Reflexionando un poco más, por ahora usaría la palabra empoderamiento. Y lo diría así: es importante estar empoderado para hablarlo.
Como cualquier deporte, podrás ser mejor a medida que lo practiques y hagas los cambios necesarios para mejorar tu técnica, tu rendimiento y proteger tu salud.
Me di cuenta que manteniendo la salud mental en privado me quitaba la oportunidad de mejorar en cómo explicarla y cómo protegerme a mí mismo de los comentarios o prejuicios de los demás. Y porque es imposible controlar lo que los demás dirán o cómo reaccionarán, me quito la oportunidad de saber qué se dice y cómo se reacciona frente a la salud mental.
Cuando abrí las puertas a discutir mi salud mental con gente de mi alrededor, he aprendido que algunos creen que pueden diagnosticarte mejor que los especialistas.
O que en algunos lugares (incluyendo tu trabajo) creen que ir a terapia es algo que haces cuando te falta un tornillo, cuando has sufrido un trauma, o porque no tienes amigos.
Así que esas son las situaciones donde he aprendido un terreno nuevo para la autocompasión. Se trata de defender mi salud mental a capa y espada, y establecer los límites que la protegen de cualquier cosa o cualquier persona que va en contra de ella.
Eso algunas veces significa retirarme en silencio.
