Durante estos 10 años en Rumanía he conocido mucha gente que habla español. En mi día a día hablo cualquier otro idioma, y he notado que poco a poco voy olvidando palabras. Hace poco volví a ponerme en contacto con un conocido y cuando le pregunté qué hacía, me respondió: «aquí chambeando».
Hoy quisiera recordar junto contigo esas palabras que usamos en Perú, que cuando hablamos con nuestros compatriotas nos parece tan natural, pero cuando nos encontramos con hispanohablantes de otros lados del mundo, nos vemos explicando qué significa y preguntando qué palabras poco comunes usan ellos también. Y así va creciendo nuestro vocabulario, incluyendo al resto del mundo.
La semana pasada fui con un pata (amigo) a la playa, estuvimos unos días. Me tocó chambear (trabajar) un par de días y luego estuve libre para ir a nadar en el Mar Negro. Me encantó, fue muy chévere (divertido) nadar en un mar sin olas. Pero el jueves, sí, piña (mala suerte), hubo una lluvia torrencial así que no salimos a ningún lado.
Cuando era adolescente, miraba junto con mi hermana Ammi películas de terror durante los fines de semana. La parte más importante de la película era qué íbamos a comer como snacks. Así que íbamos a una esquina cerca de la casa a comprar trigo atómico. Los vendedores ya nos conocían, así que nos daban yapa (extra). No importa qué tan misios (sin dinero) estábamos, siempre teníamos para comprarlo.
Cuando tenías que dar un examen y al final comentabas con tus compañeros qué tal les había ido, algunas preguntas eran trancas (difíciles) y otras papaya (fáciles). Y si luego al comparar las respuestas te había ido bien, bacán (genial), sino piña.
Al encontrarte con tus patas, se saludaban con un ¡habla, causa! (¡qué tal!), y si querían comer algo todos juntos, hacían chanchita (poner dinero en común) para comprar… no sé, una pizza por ejemplo.
En la escuela secundaria -entonces cuando era chibolo (niño, joven, adolescente)- me hacía bolas (confundía) con las matemáticas. Así que antes de empezar la facultad, fui a clases complementarias con un profesor particular.
Al empezar tu primer trabajo, probablemente los empleados con más experiencia te veían como un pulpín (joven sin experiencia, esto tiene una explicación más larga).
Aquí van unas más:
- Si algo te da vergüenza, dices: «¡qué palta!«
- Si algo te sorprende, dices: «¡Asu mare!«
- Si lamentas algo muy levemente, dices: «¡pucha!«
- Si necesitas que te ayuden con algo muy rápido, dices: Ayúdame con esto «al toque«.
- Si te sirven un trozo de torta muy pequeño, dices que la tajada estuvo muy «tela».
- Si tuviste un mal día y alguien te pregunta cómo estás, dices: «hasta las patas«.
- Cuando tienes mucha hambre, en realidad tienes «harta» hambre.
- Cuando quieres irte de una reunión, quieres «zafarte«.
Ha sido imposible dar estos ejemplos sin recordar escenarios en mi mente de situaciones en las que he usado esas palabras. Es muy interesante darse cuenta cómo palabras tan simples pueden hacerte sentir tan lejos y tan cerca. Son una pieza de identidad.
Son palabras que ya no uso, en el trabajo uso inglés, y el resto del día uso rumano. Quizá puedo enseñarte la próxima vez qué palabras usamos en rumano.
A ver, te enseño una. Para decir ¡pucha!, en rumano decimos «Aoleu!» Y las diversas pronunciaciones dependiendo de la situación lo hacen muy divertido.
¡Hasta la próxima!
