Lo que vi, lo que recuerdo

2–3 minutos

Hace unas noches hablaba con Andrei en la terraza de un café. Mencionamos algo que últimamente se ha vuelto constante: la primavera en Rumanía ya no sabe llegar. Llueve cuando debería hacer sol. El cielo parece confundido. El clima tiene esa misma indecisión que uno siente cuando no sabe si irse o quedarse.

Cada uno habló de sus viajes. Él de Alemania y Rusia, y varios lugares en Rumanía de los cuales no había oído yo nunca. Ah, y de su pasión por el invierno. Yo, en cambio, pensé en otros paisajes y otras estaciones. Inmediatamente busqué unas fotos de archivo.

¡Guau! Qué recuerdos. Encontré fotos mías en Machu Picchu. En el río Javari (tributario del Amazonas). En Huancané (Puno). En un lago glaciar del Waytapallana (alrededor de 5500 msnm).

Hace más de 10 años trabajé para una ONG llamada CARE Perú. Ahí aprendí cosas muy importantes tanto en lo laboral como en lo personal.

En lo primero, aprendí a pensar y trabajar de manera estratégica. De perder el miedo a decir no sé pero lo puedo aprender, y aprenderlo. En lo segundo, aprendí a defender mis causas, mi moral, mis principios.

Trabajé en varios proyectos importantes. Entre ellos uno sobre cambio climático. Y otro sobre el diálogo entre actores de la sociedad civil en relación con las industrias extractivas.

Así conocí rincones del país que no hubiera podido por mí mismo. Viajé por el norte del país, el centro, y el sur. Conocí la costa, Piura. La sierra: Cajamarca, Junín, Ayacucho, Apurímac, Arequipa, Cuzco, Puno. Y la selva: Madre de Dios.

¡Qué nostalgia! Perú tiene tanta diversidad que no te cansarías nunca. Te quita el aliento ver el incansable océano, las montañas tan altas que parecen infinitas, y el verde del Amazonas que te hace entender que la esperanza nunca muere.

La importancia de esos proyectos era también concientizar a la sociedad que existe una amenaza -ya no tan- silenciosa contra el planeta.

Y aquí estoy, en una ciudad lejana, hablando con un amigo sobre una primavera que no se parece a las anteriores. Antes empezaba a inicios de marzo. Estamos a fines de mayo y… el verde llega más tarde.

Diez años después de escuchar tales «noticias», con una taza de café y una chaqueta en pleno mayo, pienso que la naturaleza parece ofendida, o enojada.

Ha llovido por días. La mesera me ha hablado mitad en inglés y mitad en rumano. Mi polo y cabello huelen a tabaco. Y me pierdo mientras hablo entre las gotas de la lluvia que parecen cambiar de dirección cada cinco minutos. No hace frío, pero tampoco calor. Y me encanta ver las gotas a través de la luz del alumbrado público e imaginarlas caer en cámara lenta.