Mi hermano en Bucarest

2–3 minutos

«Apto para mascotas» decía el polo que me dejó mi hermano antes de irse. Me reí no porque me pareció gracioso, sino dulce y real. Después de todo, tengo dos perritas. Debo admitir que el verdadero regalo no fue la ropa, sino tenerlo a él en casa. ¡En Rumanía!

Vino a Bucarest después de la clausura de su maestría en Barcelona y se quedó conmigo por unos días. Fue su primera vez en Europa del este, y la primera vez después de tanto tiempo que compartíamos el mismo espacio. Otra vez pensar en qué desayunamos, o en qué cenaríamos. Ese tipo de cercanía que tiene sentido solo cuando conoces a alguien de toda la vida.

Josué y yo compartimos habitación por más de 15 años. Luego, vivimos un poco más de un año juntos en Lima. Y ahora vivimos en continentes diferentes. Aunque extraño, también fue bueno tenerlo aquí. Despertar bajo el mismo techo. En una ciudad con tranvías, y con vocales difíciles de pronunciar. Como la «a» con sombreritos.

Tuvo la oportunidad de correr en el mismo parque en el que he corrido yo en los últimos años. También visitó Leonidas. Una chocolatería belga que le encanta -y a mí también. Noté las cajitas en su maleta.

Su vuelo a Sevilla fue cancelado a causa del apagón, y ese retraso en su itinerario le dio dos días más conmigo. En su última noche pensé que sería buena idea que viniera conmigo a una cena del trabajo -algo que realmente no pensé que quería pero se sintió muy natural estar con él ahí.

Cuando la familia te visita, las cosas no siempre salen como quieres. Pero esta sí. Y quizás de ninguna forma dramática o tipo Netflix -pero sí de una forma silenciosa y reconfortante. Me hizo sentir más real. Como si mi familia y mi vida diaria se hubiera interconectado.

Se fue con una maleta más pesada, seguro por los chocolatitos. Me quedé «atrás», con el polo «apto para mascotas». Como recordatorio de que la distancia no siempre significa lejos, y que algunos vínculos pueden atravesar océanos.

A veces pienso que las personas que nos conocen de toda la vida no nos traen necesariamente el pasado, sino que nos ayudan a ver quiénes somos ahora.