Llegué al último peldaño. Con un poco de miedo y también de atrevimiento salté para colgarme. Después de tocarlo con las dos manos, resbalé pero quedé suspendido del brazo izquierdo. Todavía me duele el brazo un poco, el tríceps para ser más preciso. Como un péndulo mi cuerpo giró dando espalda al rocódromo y simplemente me dejé caer en el colchón, casi casi como lo hacía en la gimnasia.
Empecé escalada indoors porque un compañero de trabajo estaba muy emocionado de haber encontrado un deporte en el que ve y siente el progreso de forma más «tangible». Uno en donde su talla y peso ligero son una ventaja. Y sí que lo son.
Fui un par de veces para empezar. Y acompañado de mucho dolor de articulaciones en los brazos, decidí que le daría una oportunidad a este deporte. Me hacía recordar vívidamente mis años de gimnasia. Estar arriba en altura, saltar, colgarme, el ruido del colchón al caer. La concentración máxima. Y la cantidad de veces que debes repetir una ruta para lograrla. El magnesio en las palmas de mis manos.
Tres meses, dos veces a la semana. Y después necesité una pausa de dos meses. Finalmente estoy de regreso. Ahora tengo dos compañeros de escalada. Con uno hablamos de lo que es hacer este deporte a los casi 40 años. Y con el otro hablamos de cómo completar una ruta exitosamente nos hace sentir como si fuésemos Nadia Comaneci.
La escalada indoors que practico consiste en subir peldaños sobre una pared artificial que simula escalar rocas. Los peldaños tienen distintas formas. La altura puede que llegue a tres metros. Hay colchonetas muy grandes para amortiguar las caídas. Necesitas unas zapatillas (internet me ha dicho que les llaman pies de gato). Y magnesio para las manos. Sugeriría usar pantalones porque te rasparás las piernas muy seguido. Hay colores y niveles. Esto es una descripción general.
Es un ejercicio que requiere mucho trabajo físico y mental. La concentración es clave. Descubres lo divertido e interesante que es cómo tu cuerpo encuentra equilibrio en posiciones fuera de lo común. Tu flexibilidad, altura y peso ligero te permitirán avanzar de nivel mucho rápidamente.
Yo no soy alto, tampoco tengo peso ligero. ¡Peso 81kg! Y la flexibilidad, bueno… la estoy recuperando poco a poco.
Escalo porque me relaja. Hace que mi mente trabaje únicamente en esa actividad. No pienso en otras cosas sino en el siguiente peldaño, y el siguiente. Y el siguiente.
Es un deporte en el que caer y fallar es lo normal. Nunca te sientes mejor por haber caído ya mil veces. Es igual de frustrante cada vez. Pero sabes que es necesario y te parece normal. Y eso, eso es muy importante en la vida diaria también.
Hace poco vi una competencia nacional de escalada. Vi la primera parte. Fue la competencia para mujeres. Reconocí a una de las concursantes. Recordé que ella es muy pequeña, ligera. Muy hábil y flexible. Siempre concentrada. Después de intentar la cuarta y última ruta sin éxito, la vi llorar y abrazar a sus compañeros.
Me hizo pensar que no importa cuánto te prepares. Ni cuántas veces hayas logrado cosas con éxito. La frustración y el dolor de fallar son reales. No hay necesidad de esconderlo. Me gustó mucho verla competir. Verla intentarlo con todas sus fuerzas. Con un poco de tristeza, también sentí alegría de que haya visto rostros familiares acompañándola hasta el final.
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