El lago de los molinos

2–3 minutos

Hace unos seis años me mudé al barrio «De los Militares» en Bucarest. Inicialmente habitada por suboficiales, sargentos y soldados, construida en los 60. Y en el 2018, me sumé yo.

Edificio de apartamentos en urbanización Militar.
Edificio de apartamentos en urbanización Militar.

Cuando tenía 7 u 8 años, un compañero de la escuela primaria me comentó que buscaban más integrantes para una actividad extracurricular. Por alguna razón pensé que eso tenía conexión con el circo, así que me uní.

Recuerdo las medallas de plástico dorado. La presencia de mi madre y de mis hermanas en mis competencias. Mi hermana mayor estudiando música mientras me esperaba en la sala de entrenamiento. Mi hermana menor se unió al club pero al final le gustó más el voleibol.

Recuerdo que a veces me dolían las manos cuando hacía mal los ejercicios. Nunca me sentí cansado de entrenar. Solo sé que podía concentrarme tanto como para intentar los ejercicios una y otra vez hasta que los hiciera bien.

No tuvimos el dinero para pagar un entrenador personal o una membresía al club para entrenar profesionalmente. Así que la gimnasia se acabó para mí a los 12 años.

Muchos años después intenté cheerleading. También levanté pesas varios años.

En el verano del 2016, no tenía dinero para pagar una suscripción de gimnasio. Así que supuse que correr no me costaría dinero. Empecé con 1 kilómetro. Y casi dos años después alcancé mi récord personal de 22km en 2 horas.

Amé correr por las calles. Y cuando me mudé a la urbanización de los militares, encontré el espacio adecuado. Uno que albergó toneladas de mis pensamientos. Corrí ahí por unos años. Durante el mediodía de los veranos de 37 grados, como en las tardes de los inviernos cuando no había nieve. Quizás a unos 5 grados.

Después de descubrir que tenía dos hernias de disco, perdí contacto con ese lugar. Supe que lo habían renovado. Pero ya no volví. Hasta hoy.

Julián, un corredor con una historia muy linda que algún día contaré, me propuso salir a correr. A ese lugar. Cuando llegamos y vi el reflejo del atardecer, el agua sin moverse que parecía un espejo. Solía arrojar yo unos cuantos pensamientos ahí. Posiblemente todos.

Fue construido para proteger a la ciudad contra las inundaciones. Es la gracia que ha tuvo para mí. Me ha alegrado volver a ver el Lago de los Molinos. Ese lugar a donde iba a depositar mis pensamientos para evitar sentirme angustiado.

O inundado.

Pero ¡qué recuerdo!

Julián y yo después de correr 6km.