«Suenas irritado. Te ves irritado», me dijo el policía. Uno de los tres. El más moreno. «Claro, lo estoy. Porque no tiene idea de cuántas veces me han detenido en las tiendas o me persiguen creyendo que estoy robando. Eso por el color de mi piel», respondí. «Yo solo he preguntado para entendernos, ¿por qué razón me han detenido a mitad de camino ustedes tres?», añadí.
Se identificaron como la policía del distrito, pero no dieron sus nombres. Y me preguntaron a dónde iba. Por qué a tal gimnasio y no a otro. Para qué iba a la piscina. Si tenía marihuana, si había fumado marihuana en Rumanía, y si la había fumado en Perú.
Abrieron mi maletín, tocaron todo. Metieron sus manos en los bolsillos de mi polera, y en los bolsillos de mis pantalones. Cada policía en cada bolsillo. Mientras que el tercer policía anotaba los datos de mi carnet de extranjería versión digital, desde mi teléfono.
Me dijeron que tenía que cooperar. Que esto era normal. Que seguro ya me habían verificado antes. «No, en ocho años aquí, nunca me ha detenido la policía», respondí. «Después de ocho años debería interesarte conocer la ley y tus obligaciones», respondió otra vez. Dije: «sí, es verdad, así estoy seguro de que la policía esta actuando de acuerdo a ley cuando meten las manos en mis bolsillos, que desafortunadamente no conozco qué número de ley o artículo lo dice, pero debo imaginar que eso lo hacen con cualquiera, ¿no? Pues si esto es legal, no debería molestarles responder a mi pregunta de cuál es el motivo por el cual me detienen aquí.»
Me frustra no hablar rumano de la forma en la que respondería en español cuando siento y creo que mis derechos están siendo vulnerados.
«Ya puedes irte, que tengas buen día», dijeron mientras volvían a su auto.
El racismo es indignante. Y no importa qué cosa lo explique. Nada justificará que alguien sea mal tratado, y menos en nombre de la ley.
Y la ley dice que la policía puede pedir tu identificación y detenerte si sospecha que estás involucrado en algún acto ilegal. Hoy mi acto ilegal es tener la piel mestiza. Aretes en la dos orejas, tener tatuado un colibrí en el cuello. Y decir que soy peruano es casi como decir que en la escuela llevamos cursos de cómo producir coca.
PS. Es el artículo 34 de la Ley 218/2002.
