Olor a verde

1–2 minutos

Creo que no te lo he contado todavía. Cada vez que me echo boca arriba y miro hacia el techo, me quedo hipnotizado. Echado. Echado en un sofá o en el piso. O en la cama. Mirar hacia el techo me desconecta de todo.

Escuchar una canción de Chip Taylor: «A la m**rda la gente perfecta (F**k all the perfect people)» me ha transportado a un recuerdo. Tirado en mi cama. En esa habitación que compartí con mi hermano por muchos años. Donde los cajones del armario eran difíciles de cerrar y el piso, un poco frío.

El colchón me dijo mi madre -me lo recordaba siempre- que era de lana, porque necesitaba un calorcillo especial para dormir mejor. Hasta hoy, unos más de 20 años después, sigue siendo mi favorito. De la almohada no me acuerdo mucho. Sí del edredón. Uno verde, grande. Cubría la cama entera y tocaba el suelo por donde lo vieras.

Ahí. Ahí es donde pongo pausa. O no necesariamente pausa, mejor dicho ahí es donde me quedo hipnotizado. Como si pasaran días enteros sin moverme. Con las manos con los dedos entrelazados. El cabello muy corto. Respirando con tranquilidad. Es como si oliera el color verde del edredón.

Spotify ha sacado unos resúmenes de música escuchada por cada usuario durante el 2023. Mi lista solo ha mostrado a Bach, Chopin, Mozart, Vivaldi.

Es lo que escucho mientras que trabajo, me ayuda a concentrarme. Pienso que es esto lo que me ha conectado a ese momento. A ese recuerdo. Pero a ese recuerdo le he agregado algo. Unos cassettes. Y un cuaderno.

El cuaderno de Alicia Benger. La profesora de apreciación musical. Para tener nota 20 debías escribir en el examen lo que ella dictaba cada clase. Le gustaba peinarse mientras escuchábamos una pieza. O mientras la apreciábamos. A la pieza, no a ella. ¡O quién sabe!

Ese cuaderno era un cuaderno con historias de la vida de los compositores clásicos. Intentando aprenderlas de memoria, con la música y mi techo blanco. Con ese colchón tan suave y el olor del color verde de mi edredón, me he dormido.